viernes, 15 de octubre de 2010

Días de Setiembre con frío y con calor. Es el invierno.

Siempre hilarantes, los cantos de los humanos, dan vida a su magnificencia única. Su hipocresía los hace libres. Reticentes, siempre de su propia sangre, hecho de barro, paridos con maldiciones, instruidos en los códigos, así son los hijos de Eva.

Las tardes y las noches de Setiembre huelen a magia. Percibo siempre olores pertenecientes a las flores más cautivadoras, a las señas más pertubadoras y a las pesadillas que te hacen sentir vivo. Ella significa el monolito de la diosa, construido en su veneración. Ella representa a la diosa, bañándose en esencia de rosas, jasmines, eucaliptos y tulipanes. Su cuerpo, digno de devoción. Su ojos, dignos de miedo y respeto.

La sumisión se manifiesta por un beso de su alma. La obediencia absoluta se concreta con sus encantos y las artes que practica. Ella es la diosa encarnada como mujer.

Humanos. Dan su nombre a prueba. Con sus miedos; son sus miedos. Sus miedos a negar su naturaleza y buscar su sentido en un instrumento quebrado que al fin de cuentas, si pueden despegarse de su instinto, les resultará horripilante.

Persistirán, en decir verdades que ocultan mensajes, en pensar lo mejor y lo peor de su prójimo, en besar las mejillas sucias de su compañero o de su amigo, en pronunciar insultos que en otro idioma se entienden como amistad, en tratar de cohesionar sus necesidades a su entera o miserable realidad, a evitar que les digan su persona y huir de enfrentarlas, a esconder el corazón cuando les abran el pecho, a imaginar que pueden vivir o están viviendo como deben, pero simplemente están tratando de no morir; a mentir en los momentos de extrema innecesidad, a borrar los pasos de la arena quemada en tiempos sucesivamente distanciados.

Todo eso significan ustedes. Y aun, no significan nada. No significan nada porque no son nada. Mientras se esfuerzan por pensar y por dar soluciones, no significan nada. Todo es un mero espejismo. En el momento de su muerte, en la hora del crepúsculo negro, en la hora del eterno miedo y la desesperación más grande, oirán su propia voz... para luego, no pasar más que al olvido absoluto y al eterno '¿quién soy yo?'