martes, 29 de junio de 2010

Cinco vasos de Whisky

La llamada

Un suspiro, mi suspiro,
encerrado en tres gotas de olvido.
Lanza, impregnada como una sombra sobre la pared,
es la marca de la invitación a convocar a tus ojos.

La suavidad de tus sábanas nos agobia,
sobretodo porque estamos acostados sobre ellas.
La suavidad de tu cabello...
es pedante y romántica a la vez.

Tus manos acarician el aire que expide mis sentidos,
mis sentidos acarician tus labios carmesíes,
los labios carmesíes expiden dulzura
y la dulzura produce una pizca de dolor.

El teléfono, es la torre vigía o el voyeurista sobre nuestros hombros,
sonó, suena, sonará, atendiendo la paciencia del interlocutor;
advirtiendo, quejándose de nuestra pasión;
encendido y ruidoso hasta que se cansa.


Una cháchara de cama

¿Has pensado que eres la única que no recuerda lo que gritó?
Tal vez es la vergüenza lo que impide pronunciar una palabra.

Tu desnudez acompaña al frío de esta hora,
eres la viva imagen de la provocación de espaldas.
Sensuales, tus curvas, construyen una muerta imaginación
que se disipó hace cinco minutos.

Mi mano surca tu espalda mientra recurro a preguntar quién eres,
tu piel se eriza con el barrer de mi dedo índice;
callas en el momento que toco fondo
y renuncias a dirigirme a la palabra.

Enciendo un cigarro, apagando mis ánimos,
y el humo persuade a tus ojos para volverse hacia mí.
Reemplazas el cigarro con un beso en mis labios
y aplastas el cenicero a uno cigarro aún no consumido.


La oscuridad

Ya no estás, has desaparecido.
La casa huele a rosas, no estás.
Escucho es silencio de mi deseo y extrañeza;
no estás, no estás.

Los pasos se dibujan tranquilos en el piso de madera,
me recuesto, sobre el piso,
pensando que como un perro
puedo olfatear las huellas que dejaste.

El tiempo apresura su paso al decaer el sol,
la oscuridad inunda el hogar.
Estática, inmóvil en una alfombra que aún guarda tu calor;
una mirada perdida, ahogada en el constante avance de la penumbra.

Un grito sosegado, se eleva en un crescendo por la habitación,
luego susurros, inclinados hacia la almohada.
Por último, sólo un respiro, sumergido en el sueño
orientado hacia la fantasía del ocaso llamado mañana.


Los dos

Amo cuando me odias,
pues eres tal y como eres.
Me gusta que me golpees y que me digas que soy una sabandija.
Me gusta que arañes mi pecho y estropees tu manicura.

Eres la vívida imagen de tu madre,
pero al fin y al cabo corrupta
porque aún no has llegado a tal extremo
de colmarme la paciencia y expulsarte de mi conejera.

Luego, cuando oscurece,
y nos refugiamos en los fuertes muro de nuestro catre,
pides perdón por tus insultos y tus impulsividades.
Yo te perdono, siempre te perdono.

Amo cuando hacemos el amor luego de discutir,
lo hacemos siempre, más rápido, más hiriente;
es el vicio del seudomasoquísmo que disfrutamos,
mientras te penetro con violencia, mientras me aprietas con las piernas.


El adiós

Hoy te casas conmigo.

No te casas conmigo.

Hoy te casas, pero luego abdicas.

No te casas, pero sigues conmigo.

¿En serio?, ¿no te casas?

No te casas.

Yo no quiero casarme contigo.

Yo quiero follar contigo una vez más.

¿Tú quieres casarte conmigo?

Yo quiero tenerte en mi casa, para poder seguir follando contigo.

No nos casamos.

¿Tú quieres casarte conmigo?

Tú quieres casarte conmigo.

¡Tú quieres casarte conmigo!

Te amo. Te amo. No te amo.

¿No me amas?

Te amo, pero no te amo.

¿Te amas?

Yo te amo.

¿Nos amamos? Nos amamos.

¿Te casas conmigo?

Te casas conmigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario